Llevo ya más de dos semanas instalada en Chiang Mai. Siento que cada día es una aventura, un reto para el alma, un aprendizaje. Me gusta despertarme con esa sensación de no saber qué ocurrirá hoy. Aquí va la crónica de lo acontecido estos días:
Sabes que vives al otro lado del mundo….
Sabes que estás al otro lado del mundo cuando pasas de vivir en el año 2016 a vivir en el 2559.
Sabes que vives al otro lado del mundo cuando de pronto, te conviertes en una gigante y tu talla pasa de ser una M a una XL.
Sabes que estás al otro lado del mundo, cuando utilizas el paraguas para cubrirte del sol y no de la lluvia.
Sabes que vives al otro lado del mundo, cuando la belleza se mide por el blanco de tu piel y no por tu moreno. De hecho, en vez de cremas bronceadoras, se venden cremas blanqueantes.
Sabes que estás al otro lado del mundo, cuando Alemania deja de existir política y económicamente. Es China quien manda en ese sentido.
Sabes que vives al otro lado del mundo cuando el drama, la gestualidad de tus manos y el grito juegan en contra tuya. La sonrisa es la clave de todo.
Sabes que estás al otro lado del mundo cuando trabajas descalzo y de pronto, empiezas a fijarte en tus pies porque representa una de las partes más impuras de tu cuerpo. Cuidarás de no señalar con los pies enfrentados a nadie y mucho menos a la figura de Buda.
Sabes que vives al otro lado del mundo, cuando cada vez usas menos papel higiénico y el chorrito de agua te gusta cada vez más.
De cómo encontré mi homestay
Las dos primeras semanas las he pasado instalada en un hotel que me proporciona la empresa para la que trabajo. Así que, estos días uno de los quehaceres ha sido encontrar un sitio donde quedarme después. Esta es la historia de cómo encontré el alojamiento:
Iba caminado por el barrio de Haya, en Chiang Mai, hacía tanto calor que tenía la sensación de estar viviendo dentro de un secador de pelo a plena potencia. El paraguas no hacía sombra suficiente.
Al pasar por una casa, vi un cartel que anunciaba alojamiento. Pero no había nadie en el porche así que me descalcé y con seguridad, abrí una de las puertas correderas de la casa con la esperanza de encontrar a alguien.
Sin embargo, más que con una persona di con un perro que ladraba y se acercaba peligrosamente. Los que me conocen saben que los perros, por muy adorables que sean, me dan pánico. Aunque, como siempre, para estoy hay excepciones, como Laika, la perrita camboyana de la que me enamoré en Kampot y lamía mis brazos todos los días.
Pero, volvamos al relato que nos acontece. Ahí estaba yo a punto de ser atacada por un perro tailandés por meter el morro donde no debía. Dicen que la curiosidad mató al gato y al gato no sé, pero a Eli algún día de estos ¡seguro!
El caso es que logré volver a cerrar la puerta a tiempo, antes de que el perro se abalanzara sobre mí.
Sus ladridos debieron de despertar al dueño y cuando estaba ya a punto de irme ahí apareció.
Le conté mi situación “Oye, mira, estoy buscando alojamiento…” “¡Ah, espera, conozco un sitio”!. El paisano llama por teléfono y, como diría el traductor de los subtítulos de la televisión, hablan en su idioma.
“Te puedo ofrecer una habitación por 6500 bahts al mes”, dice al terminar. Bien, es algo más de lo que había calculado pero quiero verlo. “¿Me puede indicar cómo llegar?” “Umm, espera que llamo para que vengan a buscarte que es un poco complicado explicarlo”.
Mientras llegaba la mujer del alojamiento estuve un rato hablando con el Sr. del porche (no consigo recordar su nombre). “Quisiera ser joven para poder viajar como tú”, me dijo. Está claro que hay almas viajeras por todo el mundo.
Llega la señora del alojamiento y me lleva en su moto. Y ahí estoy, una vez más, subida en la moto de una desconocida, en algún lugar del sudeste asiático, dejándome llevar.
Baitong Homestay, que así se llama el lugar donde me alojo, lo regentan Manfred y Marumol, un matrimonio germano-tailandés. Al parecer es el mejor sitio de comida alemana de Chiang Mai. Sí, lo sé, venirse hasta Tailandia para comer platos alemanes no tiene mucho sentido. Pero, quién puede rechazar un buen plato de comida venga de donde venga. ¡Habrá que probarlo!
Para terminar la escena, la señora vuelve a llevarme en moto a un restaurante. Esta vez sí, para degustar comida tailandesa, por el módico precio de 55 bahts y situado junto a Chiang Mai gate. Siento que ya comienzo a mimetizar con el ambiente.
El descubrimiento del Songkran
El Songkran o el año nuevo budista se celebra los días 13, 14 y 15 de abril. Chiang Mai es una de las ciudades tailandesas en donde se disfruta de esta festividad con más intensidad. Por supuesto, durante estos días hay ceremonias religiosas pero, sin duda, la fiesta más llamativa y representativa es la “guerra del agua”. Así fue como descubrí esta fascinante celebración:
El primer día estuve caminando entre calles bajo un sol abrasador, quería comprobar cuánto se tardaba a pie desde el trabajo hasta mi nuevo alojamiento.
Por el camino, los niños me deseaban feliz año disparándome con sus mini pistolas de agua. Nada comparado con lo que me esperaba al llegar al centro de la ciudad.
Si el sudeste asiático y Tailandia ya son de por sí regiones llenas de color, durante los días de Songkran este colorido se ve acentuado por la camisetas hawaianas que componen el uniforme de los lugareños. Y el agua, tan escasa durante estos días, pasa a tener un papel absolutamente protagonista.
Coches contratados únicamente para pasear por la ciudad lanzando agua. Personas que te paran para abrirte la camiseta por la parte de atrás y verter todo su cazo de agua. Este gesto es considerado una bendición. ¡Y bendita bendición! ¡Qué bien vienen estas duchas para paliar el insoportable calor de abril!.
https://youtu.be/ioyHbpWZ518
Además de lanzar agua algunos lugareños también impregnan mi cara con Thanaka, un cosmético muy utilizado en la fronteriza Myanmar para hidratar y proteger del sol.
La música y el baile están por toda la ciudad aún siendo mediodía. Y entonces comienzo a entender parte del concepto de sanuk tailandés. Esa pasión por la diversión y el vivir el momento, tan acorde a la cultura del país de la eterna sonrisa.
https://youtu.be/Bc2wk_yMiwk
Al evento también se unió la tradición y la historia, con la celebración de un mercado al estilo Kud Muar, nombre con el que se conocían los mercados locales en la época del reino de Lanna (1259-1774). Los bailes tradicionales también rindieron homenaje al pasado.
Los viajes me han enseñado la importancia de vivir el momento. Creo que uno de los pocos momentos en los que se puede aplicar plenamente este concepto es viajando. Los tailandeses parecen tener totalmente interiorizado esta filosofía en su forma de vida. Carpe diem!
Y tú,¿has vivido ya el Songkran? ¡Cuéntamelo en tus comentarios. Y ya sabes, si te gusta el texto compártelo con tus amigos. Así ayudarás a que Vida de Viajera crezca.
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Wow todo suena exótico! Ya me dieron ganas de estar por allá. Buenas vibras para aquellas latitudes!
Autor
Hola María Eugenia,
La verdad es que es todo maravillosamente nuevo. ¡Muchas gracias por tus buenas vibras!
Un abrazo,
Eli
Que guay lo que estas viviendo!además me viene genial pq este verano voy para Tailandia un mes…y…ya…me vas abriendo camino! Espero sigas contando muchas cosas
Un abrazo y mucha suerte!
Autor
Hola María,
Me alegro de que te sirva lo que escribo. Avisa si pasas por Chiang Mai.
Un abrazo,
Eli
Si si…seguramente vaya para allá! Te diré algo antes de ir por si nos podemos encontrar!!
Que vaya muy bien!!
Abrazos
Hola, estoy encantada con tus maravillosos viajes en solitario. Me encantaría ir a Tailandia sola, qué me aconsejarías?
Un saludo!
Autor
Hola Verónica,
Gracias por pasarte por el blog 🙂
Tailandia es un país muy seguro para mujeres que viajan solas. Te recomiendo comenzar por la zona del norte, tanto Chiang Mai como Chiang Rai pueden ser un buen comienzo. Aunque no tienen playa son zonas más tranquilas con menos fiesta e idealeas para una primera toma de contacto. Cualquier duda me dices…
Un abrazo,
Eli